domingo, octubre 26, 2008

Non Sequitur - 1

Me sorprendió que me llamara. Ella. Me sorprendió que me llamara ella en especial. Quería verla, a la pecosa. Mi estómago se revolcó de alegría, como si aún tuviese 16. Yo creí que nadie iba a hacer caso de la invitación, mucho menos la pecosa; después de todo soy su profesor. De todos ellos. Ellos, tan metidos en sus ondas esas, tan “indies”, tan pretenciosos, tan faroles. Sin futuro. ¿Qué puedo hacer yo? Yo lo logré porque tuve suerte. Porque tuve suerte y porque sabía lo que buscaba. Y hoy tengo suerte también, porque voy a salir con la pecas. Tan linda ella.

Voy a salir con mi profesor. Es tan original y alternativo y elocuente y… sus clases son un gozo interminable ¡Sabe tantas cosas! Y cosas interesantes. Como él mismo. Es tan interesante y tan genial en lo que hace. Al principio tenía mis sospechas, al principio creí que era un maestro más. Pero no, él no. Él es diferente. Él tiene algo que decir, algo que enseñar. Como ser humano. ¡No sólo como maestro! Estoy segura. Él es una de esas personas. De esas que la fortuna te pone enfrente para llenar el vacío que sentías, para mostrarte que hay horizontes tras el horizonte. Qué bueno que le llamé.

La pecas huele tan bien que me cuesta concentrarme. Es increíble que sea capaz de conversar de esta manera con alguien de su edad. Desde el primer momento supe que ella era distinta. Que era especial. Es tan inteligente y mordaz y astuta y articulada que… Dios. Y además le encantan los perros y es tan dulce con ellos y tan buena. Ella y yo salimos a pasear a Keats y sus ojos no dejaron de brillar durante todo el camino. Keats es especial, es un perro muy grande y sin embargo, muy hermoso. Cuando salgo a pasearlo la gente se acerca a preguntarme por él, su raza y todo eso. Y luego quieren tocarlo como si fuese pieza en museo interactivo. Pero es un perro, no un juguete. Por eso siempre lo saco a pasear en la noche… muy noche. Para evitarme todas esas escenitas que ni Keats ni yo disfrutamos. Pero hoy estoy con la pecas, así que decidí sacar al perro temprano, para ver si la impresionaba. Y parece que lo hice. No perdí tiempo y se lo dije. Le dije que me interesaba algo más que una amistad con ella. Fui un impulsivo, lo sé. Me dejé llevar. Pero así somos los artistas: pasionales, emotivos, en el momento.Ella me dijo que tiene novio, pero estoy seguro que entre ella y yo hay electricidad. Hay... algo que no podrá negar, por más indispuesta que se muestre. Ella y yo tenemos que estar juntos.

El profesor tiene al perro más hermoso que he visto en mi vida (después de los míos, claro está). Salimos a pasearlo juntos, es un divino pastor belga. La gente nos detenía para preguntarnos su raza y si era perro de concurso y todas esas cosas. Se llama Keats, por John Keats, el poeta. La verdad me parece muy original, ponerle nombre de poeta a su perro, es de cierta forma muy romántico. Estuvimos platicando todo el tiempo, me contó de su vida en Argentina y en Bélgica y en China. ¡Sabe tantas cosas! Y su conversación es tan amena. Hacía mucho que no sentía una conexión así con alguien. Ya no platico así ni con el Cochi y eso que somos novios. Por eso cuando me dijo que quería que yo me enamorara de él, sentí que el estómago se me encogía. Le dije que andaba con el Cochi y él no lo tomó a mal. Dijo que estaba bien ser sólo amigos. Pero yo no estoy tan segura. No sé si sólo quiero ser su amiga. Luego del perro fuimos al museo, a la exposición que me prometió. El muy lindo pagó el boleto él. Entonces me llamó el Cochi. Le dije que estaba con el profesor y no pareció hacerle gracia. Me dijo que tuviese cuidado con él, que sólo quería aprovecharse de mi. No voy a mentir, eso me hizo enojar. Ana me llamó también y dijo exactamente lo mismo.

Después del museo regresamos a mi departamento. El museo estuvo… entretenido. La verdad esperaba más. La pecas pareció divertirse, sin embargo. Supongo que no pudo evitarlo, es muy joven para conocer la diferencia entre lo bueno y malo. Yo voy a enseñarle. Me confesó que sus amigos le llamaron y cuando dijo que estaba conmigo ellos dijeron que yo quería aprovecharme de ella. Lo dijo riéndose, como esperando a que yo me riera con ella. La verdad, no le encuentro la gracia por ningún lado. Me siento furioso. Furioso porque ahora ella duda de mi, lo sé. Me puse a pintar un poco mientras ella exploraba mi estudio (que está en la parte de arriba de mi casa). Luego me pidió el teléfono. Llamó a alguien, quizá a su novio. Le pedí que no volviera a decir que estaba conmigo para que no me difamaran más. Llamó para ver si esa persona asistiría al bar al que invité a mis estudiantes ayer. Cuando colgó, me miró y dijo que nadie iba a ir. Luego se levantó en dirección al baño y yo me interpuse.

No me dejaba pasar, así que levanté la mirada y me los encontré. Me encontré a sus ojos retando a los míos. Nos miramos un segundo. Luego empezó a acercar su rostro lentamente hacia el mío y yo, por algún motivo, decidí no moverme. Cerró los ojos. Yo casi lo hice. Cuando sus labios apenas tocaban los míos lo empujé. “¡Hey!” le dije “Así no voy a salir contigo”.

“Pues entonces no me mires así” le contesté.

“¿Mirarte cómo? Así miro a todas las personas”

“Entonces no deben faltarte besos, pecas. Si miras a todos así” Le contesté. Ella rió sarcásticamente, me empujó y se metió al baño.

Me quedé un rato simplemente recargada contra la puerta, recuperando el aliento. Había lágrimas en mis ojos, pero no sé si eran de alegría o de tristeza. Mi corazón latía muy fuerte. Quiere que me enamore. Si lo hubiera dejado besarme, posiblemente ya lo habría hecho. No puedo dejar de darle vueltas en mi cabeza. ¿Qué puedo hacer? No puedo dejar de pensar en que quizá quería que me besara. ¿Vale la pena dejar ir a alguien así por el estúpido del Cochi que ni siquiera parece que me valora?

Se me fue ese beso. Pero me emocionó. Me emocionó mucho. La pecas me emociona y me alegra tanto haber vuelto sólo para conocer a alguien así. ¿Qué más da si es mi estudiante?

Fuimos después a una fiesta de algunos amigos del profesor, ya que ninguno de mis amigos pensaba salir conmigo. Era una fiesta como esas de las películas. Con gente rara y con cosas extrañas sucediendo en todos lados. La cerveza era gratis, pero el profesor no me dejó tomar. Él tampoco tomó. Sólo hablamos, durante horas y horas. Ni siquiera hubo esos silencios cortos que hay cuando cambiábamos de un tema al otro. Nos reímos tanto. Me presentó a muchas personas interesantes, puros genios de sus profesiones. Gente de currículos espectaculares y de apariencias extravagantes.

Platicamos hasta las 5 de la mañana. No quise que tomara para que no creyera que quiero aprovecharme de ella. Le dije de nuevo que me gustaba. Le dije que estaba interesado en algo más que amistad. Y ella me volvió a decir que no podía corresponderme.

Porque por más que me duela y por más estúpido y desconsiderado que sea, amo al Cochi, y no puedo hacerle esto. Pero no quiero dejar ir al profesor. Sólo he convivido con él unas horas pero siento que ya lo quiero... porque… porque me atrae tanto. Pero tanto. Jamás siento atracción por nadie, jamás siento estos deseos de estar al lado de alguien. Ni siquiera del Cochi. ¿Por qué quiero estar entonces al lado del profesor? ¿Por qué lo deseo entonces?

Yo sé que no puedo ser sólo yo. Yo sé que la pecas siente algo también. Esta conexión no sucede con todos. Ella y yo tenemos algo. La pecas y yo tenemos que estar juntos. Ella lo sabe. Y vamos a estarlo. Yo lo sé.

lunes, mayo 21, 2007

Odio (incompleto**)

ACTO ÚNICO


PERSONAJES:

LUDWIG
WOLFGANG



(En la escena se encuentran LUDWIG y WOLFGANG discutiendo, es un cuarto de estar común y corriente, puede ser adaptado a lo que se usa en su la época en la que se esté representando o bien puede ser ubicado en la Inglaterra Victoriana)


LUDWIG (sentado): Es suficiente, no quiero escuchar más sandeces.
WOLFGANG (de pie): No digo sandeces, ¿cómo te atreves?
LUDWIG: Dime ¿Qué derecho tenías de hablar con mi hermana? ¿Eh?
WOLFGANG: ¿Qué? ¿Ahora no puedo ni siquiera hablar con tu hermana?
LUDWIG: ¡Já! No me digas, ¿Llegaste a creer que podías?
WOLFGANG: ¿Qué te pasa? ¿Cuál es tu problema?
LUDWIG (poniéndose de pie): Eres tú, imbécil, tú eres mi problema.
WOLFGANG: ¿Yo? ¿Qué te hice yo?
LUDWIG: Nada, ese es el problema. Nunca haces nada.
WOLFGANG: ¿No piensas decirme qué te pasa?
LUDWIG (pausa): Te odio, eso es lo que pasa.
WOLFGANG: Cielos...
LUDWIG: ¿No piensas preguntar por qué?
WOLFGANG: ¿Qué ganaría si lo hago?
LUDWIG: Un hombre te odia, ¿ No quieres saber por qué?
WOLFGANG: No.
LUDWIG: ¡¿Por qué?! No es un odio como mi odio a la cebolla, o los Lunes... Te odio con todo mi ser, daría lo que me queda de vida por que nunca hubieses nacido. Eres ofensivo como ente viviente. No soporto ni siquiera tu imagen frente a mi. El sólo escuchar tu voz hace que me enfurezca. Te maldigo cuando no estás. Tu nombre hace que se me revuelva el estómago... Te odio como sólo puede odiarse de ser vivo a ser vivo, te odio como sólo puede odiarse de por vida. Te odio desde lo más profundo de mi entender. Mi odio es infinito, mi odio es omnipresente. Te odio. ¿Y aún así no quieres saber por qué?
WOLFGANG: No... no quiero, la verdad tú no me desagradas... no entiendo por qué te caigo mal, pero no me gustaría saberlo, me pondría de mal humor, o triste incluso... De hecho preferiría cambiar de tema en este momento. Ya me quedó claro, me odias.
LUDWIG (Se lleva la mano a la frente): No, no te ha quedado claro.
WOLFGANG (Camina en círculos por la habitación): ¿Tantos deseos tienes de decirme por qué me odias? (Camina y le da la espalda a LUDWIG )¿Es tan importante que lo sepa? (Ligera pausa, regresa la mirada a LUDWIG) ¿Por qué tienes que cuestionar todo? ¿No sería mejor que lo dejásemos así? ¿Necesitamos lastimarnos aún más?.
LUDWIG: Sólo alimentas la hoguera de mi desprecio... Cuestiono todo porque quiero entender... ¿Dejarlo así? ¿Dejar sin resolver una disputa? ¿Qué clase de principios tienes?
WOLFGANG: ¿Qué? ¿Por qué? Sólo nos sentiríamos más mal de lo que nos sentimos ahora, discutir sólo trae tristeza. Lamento mucho que me odies, pero siendo que tu desprecio es tanto, preferiría no saber el motivo. Realmente creo que me entristecería aún más. ¿Prefieres imponer tu opinión sobre la de los demás a ser feliz? Yo prefiero ser un tonto feliz a un sabio angustiado.
LUDWIG (sorprendido): ¿Qu-Qué? ¿Quién te enseñó esta tontería? ¿Ofelia?
WOLFGANG: Oh… ¿Así que se trata de Ofelia?
LUDWIG: No, no se trata de Ofelia, se trata de ti.
WOLFGANG: ¿Crees que me interesa Ofelia? ¿Crees que la quiero alejar de ti?
LUDWIG (más alterado): ¡Cállate! Ofelia no podría importarme menos ¡Ofelia es el pasado! Esto es el presente. Mi presente es este odio por ti.
WOLFGANG: No me quiero llevar a Ofelia de tu lado, Ludwig… créeme. Sólo soy su amigo.
LUDWIG: ¿Me estás escuchando siquiera? ¡No me importa qué hagas con esa perra!
WOLFGANG: Hey, espera… no pienso permitirte que te expreses de esa manera de ella.
LUDWIG: Tengo derecho de expresarme de quien quiera, como quiera.
WOLFGANG: No frente a mi. Por favor… pensé que eran amigos. Pensé que éramos amigos.
LUDWIG: ¡Tú nunca has sido amigo de nadie! Ese es gran parte del problema.
WOLFGANG: ¿Nunca he sido amigo de nadie? ¿Por qué paso más tiempo con tus amigos que tú entonces?
LUDWIG: Cierra el hocico…
WOLFGANG (con un misterioso y súbito aire pedante): Es eso ¿eh?, (risa). Me estoy robando a tus amigos ¿Crees eso?. La verdad es que están hartos de ti. Hartos de tu pedantería y aires de superioridad. De tu incansable análisis crítico-empírico. De que no dejes pasar ningún detalle, de que todo sea como tú mandas. Soy más simpático y no puedes hacer nada al respecto. No me estoy robando nada, más bien te están abandonando y me culpas por ello. Abre los ojos Ludwig, eres insoportable.
LUDWIG (en shock fúrico): ¡¿P-Pero c-cómo te at-treves?!


**Como es obvio, la obra se encuentra incompleta, sin embargo, no pienso terminarla. Se puede decir que el trabajo está completo, quedándose incompleto.

jueves, marzo 22, 2007

Arteria

Arteria.

Era a las 6 en punto. A esa hora todos ya estábamos dentro de nuestro recinto asignado, mirando a través de la amplia ventana única. Debíamos esperar quietos la inspección. Podíamos sentarnos, podíamos permanecer parados. Lo que no podíamos era darles la espalada. Como regla, todos teníamos que estar a una distancia razonable de las personas con las que habitábamos, para así facilitar el conteo. Los muebles estaban prohibidos. Las cortinas también. Nadie podía ir al baño durante la inspección. Una ventana nunca era sondeada 2 veces en una noche de revisión. Si tu recinto ya había sido examinado, no podías salir hasta que la inspección terminara. Si alguien rompía las reglas, sufriría las consecuencias. Y ya que nadie quería sufrir las consecuencias, nadie sabía cuáles eran éstas.

Yo tenía los ojos bien abiertos, con el compás a medias y recargado en la pared. Sudando en frío y con el corazón como bólido. Quería ver si Acústica se había puesto en posición pero me daba terror quitarle la mirada de encima al vigilante. "Por favor que se haya puesto en posición. Por favor".
Me ponían nervioso las inspecciones.

Parecían hombres. Hombres enormes, dentro de una angulosa armadura metálica; bastante ceñida pero con unas hombreras colosales. Una capucha verde cubría sus cabezas y en su rostro siempre había una petrificante máscara blanca. En ella había una ranura por la cual brillaba lo que parecía ser un enorme y acechante ojo. Los vigilantes se trasladaban flotando por el aire, brincando y girando de ventana en ventana. A veces de cabeza, a veces de pie, frenando en seco, examinándonos y cambiando al siguiente recinto.
Nadie sabe cuántos vigilantes hay en total.

Después del minuto más largo del día, el vigilante, aparentemente ya satisfecho, giró velozmente hacia arriba para inspeccionar el siguiente recinto. Yo me quedé recargado en la pared, inmóvil.
-Siempre haces lo mismo-. Acústica se acercó a donde estaba yo. Ella era mi compañera de recinto.
-Ya se fue miedoso; ya puedes respirar de nuevo- Hacía 6 años se nos había asignado vivir en el mismo recinto. Mi hermano Hielo, de 16, aún vivirá un año más con mis padres.
Ella quedó huérfana a los 12 y se le asignó un recinto temporal hasta los 17. Fue entonces cuando la conocí -No entiendo por qué tienes tanto miedo, nunca hacen nada; sólo nos miran y ya…- dijo enfadada.
Desde el primer momento en que la vi, me había parecido muy hermosa; de cabello rojo y rizado, con centellantes y profundos ojos color ámbar acentuados por un par de largas y curvadas cejas. Su sonrisa completaba el hechizante conjunto; amplia y rebelde, brillaba por si desinhibición y su blancura. Su mirada parecía volverse aún más penetrante cuando sonreía.
-Lo siento- dije apenado como todas las noches. Ella suspiró.
-Lo sé, lo sé… es sólo tu forma de ser- Me dio una amistosa palmadita en el hombro. Me sonrió -Oye, voy con Hypno, regreso en la noche. ¿Tú vas a salir a algún lado?- Hypno era el novio de Acústica.
-Sí, también tenía pensado salir- contesté.
No sabía qué era lo que veía en ese patán.
-¿Irás a ver a Data?- Me preguntó.
-No… Data y yo rompimos hace dos semanas- respondí.
-No lo sabía… los siento tanto Tríler- dijo con mirada tierna, intentando consolarme.
-Nah, está bien, no te preocupes-.
-Okey… Vuelvo como a las 2 ¿Está bien?- confirmó.
-Dejaré la ventana abierta- le dije finalmente.
Ella tomó su esfera y saltó hacia uno de los cables. Giró sobre él unos segundos y cambió súbitamente de cuerda. Lo fue haciendo hasta que la perdí de vista.
Tomé mi esfera y salí también.

Todos en Disco vivimos en recintos. Estos nos son asignados a los 17 y no son intercambiables. El recinto es una habitación vacía en la cual dormimos. Nos está prohibido decorarla o amueblarla. Entre los edificios de recintos hay espacios sin fondo. Para conectar un edificio con otro, hay cables. Los cables son cuerdas de metal que conectan los recintos, generalmente localizados a 100 metros de distancia en línea recta. Estos cables continúan hasta la profundidad oscura, (la zona bajo los recintos) y hasta la altura última, (o la parte más alta de los recintos, desde donde se pueden ver los tejados y las altas murallas). Hay cables para ir a cualquier lugar en la ciudad de Disco. Para moverte en un cable, necesitas esferas. Las esferas se nos dan al nacer, y son instrumentos magnéticos que permiten adherirse al cable y moverse a voluntad a través de ellos. Sin esferas, no podríamos salir del recinto hacia la calle.

Odiaba salir. Pero odiaba el recinto. Sólo quería estar con Acústica.

Comencé a ascender, saltando de cable en cable. La gente pululaba en las calles como gusanos en carne podrida. Gusanos muy ruidosos. Por allá, el grito histérico de una madre al ver que su hijo perdía el control de su esfera y caía en las fauces de la profundidad oscura para no ser visto nunca más. La noche siempre estaba llena de sollozos. En las mañanas rara vez alguien caía. Un poco más arriba, los bohemios. Pacíficos, poéticos. Siempre con un verso en los labios, hablando en metáfora, abusando el hipérbaton. Mirada plástica, sonrisa falsa, palabras vacías. Por otro lado, a unos metros de profundidad oscura, habitaba la pandilla oposición, delincuentes que se dedican a crear caos, justificándose con palabras lindas como rebelión y libertad. Palabras que en realidad nadie puede definir.
Ambos grupos me enervaban. Sin embargo, muy lejos de oposición y una vez superados los bohemios… estaba altura última, el fin de los cables y mi lugar favorito desde siempre.
-¡Hermano!- gritó Hielo, mientras interrumpía mi acenso -Hermano, ¿A dónde vas? Ya es hora de comer-.
-¿Qué haces aquí Hielo? No puedes cruzar la zona de los bohemios hasta los 17…-.
-Lo sé, lo sé, tú no digas nada a nadie y no habrá problema; además, en un año más tendré 17, no sé cuál es el apuro- contestó Hielo con enfado.
-Es peligroso niño, debes regresar ahora- dije con voz firme.
-Tú también Tríler, es hora de comer-.
-No tengo hambre- contesté.
-¿Te sientes mal por lo de Data?-.
Hice silencio y le miré enfadado. -No, eso fue hace semanas… no es tu asunto de todos modos, déjame estar solo un rato-.
-De acuerdo, de acuerdo… ¿Pero prometes que no dirás nada a Mamá y a Papá?-.
-¿Sobre qué?- Le pregunté fingiendo.
-Sobre mi… en la zona bohemia…-.
-Lo sé Hielo- contesté inmediatamente decepcionado- era sarcasmo para demostrarte que ya lo olvidé…-.
-El sarcasmo nunca fue un don tuyo- dijo riendo entre dientes.
-Lárgte-.
Hielo se dejó caer en picada. Unos metros antes de llegar al nivel de mi recinto, se aferró a un cable con su esfera y entró por una ventana. Yo prefería mirar el cielo. Cielo negro, con un místico resplandor blanco en el centro, como el destello de un espejo en la oscuridad. Cegador. Sensual. Misterioso. Los tejados triangulares al horizonte sobresalían de la penumbra del interrumpido horizonte como delgadas líneas plateadas. Debajo de mi, el dorado resplandor de los candelabros horizontales. Al final del frío paisaje, las murallas que nos enclaustraban se entretejían con el cielo, dando la impresión de encerrarnos en una burbuja cósmica.
Pensaba sobre lo que podía haber más allá. El mundo de los vigilantes. Lo que hay detrás de la máscara. Qué razón habría para tenernos encerrados. La filosofía de mis noches consistía siempre de tales razones.
Después de unas horas de melancólica reflexión, decidí bajar con la esperanza de que Acústica estuviese ya en el recinto. No fue así. Suspiré. Con la ventana abierta como prometí, me desnudé, coloqué mi ropa en el incinerador y me fui a dormir a mi esquina habitual. Era aún temprano.

Todos los recintos tienen tres puertas internas, una de estas puerta conecta al un pasillo garganta, en cuyo final se encuentra la espina: una escalera en espiral al centro del edificio. Esta escalera lleva al piso equis. Había un piso equis en cada edificio. En el piso equis no hay pasillo garganta. En su lugar hay 3 puertas. Tras esas puertas hay 3 cafeterías. Todos los días en la mañana se nos asigna una cafetería con un mensaje bajo la puerta de nuestro recinto. Durante la noche, antes del amanecer, tenemos que quitarnos la ropa y llevarla al incinerador, localizado en la segunda puerta del recinto. Al día siguiente, más ropa aparece junto a esta. Siempre los mismos modelos. Distintos en cada recinto. La tercera puerta es un baño que consiste de una regadera y un tubo metálico que dispensa jabón.

Abrí los ojos la mañana siguiente. Estaba recostado en una esquina en posición fetal, mirando hacia la puerta que conecta el recinto con el pasillo garganta. Me levanté con pereza y me tallé el rostro. Miré alrededor. La ventana seguía abierta y sólo estaba mi ropa junto al incinerador. Acústica no se veía por ningún lado. "¡Hypno!" fue lo primero que me vino a la mente.
Me vestí apresurado y salté con mi esfera por la ventana. Las mañanas no eran muy concurridas en Disco generalmente. Ese día no era la excepción.

No tenemos que trabajar. No tenemos nada que hacer más que seguir las reglas.

-¡Tríler! ¿Cómo estás?- gritó Hypno al verme.
-¿Dónde está Acústica?- dije sin saludar.
-¿Qué?- se sorprendió -¿Y yo cómo voy a saberlo?- preguntó indignado.
-Ayer en la noche vino a verte y no volvió al recinto-.
-Eso es mentira… además ¿A ti qué? ¿Ahora eres su guardián o algo así? ¿No será que te gusta?- dijo burlándose.
-Hypno, ¿Dónde está acústica?- le repetí ignorando sus comentarios.
-Ya te lo dije, ¿Y yo cómo voy a saberlo?-.
-¡Ella ayer vino a verte!- le dije perdiendo la paciencia.
-Cuida tu tono- dijo serio -Hace más de dos semanas que no veo a Acústica-.
-No mientas, ella te viene a ver todos los días y se queda hasta tarde contigo…-.
-¿De qué hablas? ¿Por qué haría eso?-.
-¡¿Yo qué sé?!-. Me desesperé.
-¡Tríler, no estoy mintiendo! Desde que corté con Acústica hace 2 semanas, no la he visto-.
-¡Dime dón…!- Me petrifiqué- … ¿Qué?-.
-¿Qué?-.
Ambos estábamos confundidos.
-¿Rompiste con Acústica?-.
-¿No sabias? ¿Viven juntos y no sabías?-.
-¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?...- era un momento realmente vergonzoso- No, espera. ¿No sabes dónde podría estar?-.
-Acústica es una mujer adulta, sabe cuidarse sola… ¿O es acaso que tú y Acu…-.
-¡No seas estúpido!- Interrumpí desesperado.
La verdad es que extrañaba el rostro de Acústica. Extrañaba su voz y sus rojos cabellos. Su peculiar y cálido aroma. Su risa violenta y su delicada figura.
Pero no era ese el motivo de mi frenética búsqueda. Algo más oscuro me obligaba a encontrarle.
-¡Si Acústica no regresa antes de las Seis, entonces…¡-.
-¡Ja ja ja! ¡Olvidaba tu temor a los vigilantes!-.
-… ¿Cómo sab… ? ¡Olvídalo!-. Mi cabeza daba vueltas. Me invadía el pánico… cada vez mi visión se hacía más opaca.
Salté de ahí y me alejé aprisa. Acústica probablemente le había contado sobre mi miedo. Con él sí habla. Ella rara vez charla conmigo… Pero no. No era momento de pensar en ello. Faltaban sólo 8 horas para revisión. 8 horas para encontrarla.
El tiempo perdió coherencia.

Hora tres.
Con apagada disposición continué mi búsqueda. Como si no fuese suficiente que el paradero de Acústica se nublase conforme los minutos escurrían, ahora Hielo tampoco aparecía. Mi motivación se empezó a difuminar con la cálida brisa de medio día. Mi voluntad siempre ha sido muy endeble.

Hora uno.
La primera persona a cuestionar en la pequeña lista que formuló mi mente en tan desesperados instantes, fue mi hermano Hielo.
Lo abordé con violenta ansiedad y de alguna forma balbucee mi angustia junto con otros disparates sin conexión alguna a la situación. Hielo, amablemente y viéndome en tal estado, decidió ayudarme a buscar a Acústica. Además, me confesó que la noche anterior en su trayecto de regreso al recinto, vio a Acústica discutiendo con dos extraños, algunos cables bajo el nivel de su recinto. No me pudo especificar, sin embargo, la apariencia de estos individuos.

Hora seis.
Cuando abrí los ojos no pude ver a Hielo. A decir verdad no pude ver nada. Estaba envuelto por una oscuridad tan espesa que dolía. Intenté hablar pero algo había en mi boca que no me permitía abrirla. Intenté moverme pero fallé también; algo me lo impedía. Quizá la oscuridad, quizá estaba atado. Mi cuerpo estaba entumecido. Sólo el dolor de la penumbra se podía sentir. No supe si estaba de pie, sentado o acostado. Era como si flotase en la negrura de la nada. Como la luna lo hace durante las noches sin darse cuenta de la belleza de su resplandor. Me pregunto si yo brillaba también sin darme cuenta. Seguro lo hacía pero no podía verlo porque mis ojos no estaban en realidad abiertos. Sólo creía que lo estaban. Y ese malestar que me estrujaba no era más que un cegador y casi divino brillo escapando de mi cuerpo y haciendo sonreír a alguien que como yo, disfrutaba al verle.

Hora cuatro.
Me quedé dormido de cabeza en un cable aproximadamente unos treinta minutos. Un bohemio me despertó angustiado. Me asusté y llegó a pasar por mi mente la idea de golpearlo; pero no lo hice. Esto resultó beneficioso para mi casi muerto propósito: el bohemio afirmó haber visto a Acústica en el lado este de Disco. Describió a sus acompañantes como dos jóvenes mal encarados y de vestimentas roídas y sucias. Ambos tenían el cabello color rojo y se mantenían en constante (Y casi paranoica) vigilancia de sus alrededores. Los únicos que conozco que encajan en tal descripción son los misteriosos oposición. ¿Qué hacía Acústica con esa gente?

Hora siete.
Inmenso dolor. Toda mi piel se estrujó contra mi ceño en un desesperado intento de bloquear la potente luz que me taladraba el rostro. Sentí desesperación e intenté usar los brazos… acción que sólo puso en evidencia que mis extremidades estaban sujetadas por un mecanismo que jamás había visto. Lágrimas comenzaron a fluir intentando sanar el dolor de mis ojos. Después de un largo momento de agonía, logré entre abrir los ojos. Frente a mi estaba una mujer que se parecía a Acústica. Estaba hablando con otras dos figuras. No podía escuchar nada. La figura de Acústica se acercó a mi y me dijo algo. Creo que fue algo consolador. Las otras 2 siluetas se aproximaron y la arrastraron. Ella gritó algo y desaparecieron tras el resplandor. Pasó un tiempo anónimo por delante y empecé a recuperar mis sentidos. Acústica seguía discutiendo pero sólo se distinguían murmullos. De pronto, algo se empezó a mover en la máquina.

Hora dos.
La búsqueda se mantenía sin novedad. Al igual que Hielo, otras dos personas dijeron haber visto a Acústica con extraños. Tampoco me pudieron describir a los acompañantes de Acústica. Ni siquiera concuerdan los sitios del avistamiento. Lo único que coincide es el número de desconocidos escoltando a la desconocida y que siempre se le veía en cables bajos. Tengo que buscar a mi hermano para ver si él descubrió algo.

Hora cinco.
Fui a comer pues llevaba casi 24 horas sin hacerlo. Me encontré a Hielo en el camino. Intentó excusar su ausencia con motivos vagos y la mayoría sin sentido, pero no me importaba en realidad, al fin tenía una pista de cierta forma concreta. Le conté lo que el bohemio me había dicho. Hielo tenía un amigo de la infancia que se había unido a oposición hacía algunos años, así que decidimos que él sería el siguiente encuestado. Ambos comimos tan rápido como nos fue posible y corrimos a los límites de profundidad oscura en búsqueda del susodicho, el cual pareció de cierto modo alegrarse al ver a mi hermano, y, después de algunos minutos de camaradería protocolar, Hielo fue al grano. Su amigo dijo que él rara vez salía del territorio de oposición, que sólo los líderes de la causa tenían ese privilegio. Hielo, sospechoso de su amigo, le acusó de ocultarnos información e insistió en que nos ayudase. Su amigo, a pesar de mostrar cierta tenacidad al mantenerse en silencio, cedió algunos minutos después.
No hubo dicho “Su amiga está en…” cuando de la oscuridad apareció una considerable cantidad de sus secuaces. Saltando del cable y desapareciendo en la oscuridad, el traidor revolucionario nos dejó a nuestra suerte. La situación se complicó.

Y dieron las inevitables 6. Hora de revisión.

Aturdido busqué con la mirada a Acústica por todo el recinto pero no le encontré. De alguna manera yo había vuelto pero ella no. Mi respiración se agitó y con nauseas comencé a temblar. Mis ojos se hincharon de lágrimas. Quería gritar pero el terror no permitía escapar sonido alguno. Afuera, a través de la enorme ventana única del recinto se veían los vigilantes brincar de un recinto al otro. Girando en el aire a gran velocidad. Examinando. "Quizá se les olvide revisarme" me decía con fe desquiciada y en desesperación. Cada vez que veía una de sus enormes armaduras pasar por mi ventana un sollozo escapaba de mi garganta.

El vigilante se detuvo en seco y de cabeza. El resplandor de su ojo único brillo amenazante a través de su máscara. Comenzó a escanear. Una vez terminada la revisión y con aparente satisfacción se dispuso a irse. Sentí un alivio infinito por un segundo, sin embargo, justo antes de moverse regresó la mirada a la habitación. Lentamente giró hasta ponerse de pie. Examinó de nuevo el recinto. Al no encontrar a mi compañera, entró silencioso por la ventana. Haciendo caso omiso de mi persona, flotó hasta el incinerador. La puerta se abrió sola y después de unos segundos se cerró. Se quedó ahí unos segundos y repitió la operación con la puerta del baño. Finalmente, flotó hasta la puerta del pasillo garganta la cual también se abrió por si misma. Inmóvil por unos minutos, miró fijamente la profundidad del pasillo. Se alejó de este y un segundo vigilante entró a mi cuarto. Comenzaron a dar vueltas por todo el recinto. Más vigilantes entraron por la ventana poco después. Uno de ellos se me acercó y se agachó. Pegó su máscara contra mi rostro y me miró. Yo ya no estaba seguro si estaba aterrado o completamente desconcertado.

Moví mi cabeza y la aparté del frío antifaz. El vigilante insistió y volvió a poner su rostro contra el mío. Confundido intenté torpemente de alejarme de él, pero caí de bruces a los 2 pasos. En la otra esquina del recinto, un brillo metálico llamó mi atención. Era mi esfera. Mareado, me arrastré hasta ella mientras las extrañas figuras me miraban con curiosidad, flotando en círculos sobre mi.
Todo giraba vertiginosamente. Tomé mi esfera y la abracé con fuerza mientras me volteaba frenético para verles. Los vigilantes me seguían contemplando. Me levanté y apoyándome en la pared, caminé pesadamente hasta la ventana. Me trepé con dificultad y salté a uno de los cables.

Los vigilantes alarmados se abalanzaron en estampida sobre mi, rompiendo la pared del recinto. Una misteriosa sirena se escuchó en Disco.

Mi miedo se quedó atrás. Una extraña confianza me abrazó. Como en aquella dolorosa oscuridad, sentía como mi cuerpo brillaba, como mis ojos se cerraban y como todo desaparecía. No necesitaba verles. No necesitaba ver nada. No necesitaba ser nada. Sólo relumbrar en la negrura de la nada.

Con velocidad evadí a mis perseguidores mientras me escurría por las calles de Disco, girando y saltando de un cable a otro. Subiendo y bajando. Deslizándome. Con cada esquina que giraba, otro vigilante aparecía con la única intención de embestirme.

Entré violentamente a un recinto e ignorando a los alarmados inquilinos, crucé su pasillo garganta hasta la escalera espina en donde ya me esperaban los vigilantes. Sin detener mi carrera, me dispuse a ascender a pesar de estar rodeado. Como proyectiles, los vigilantes se arrojaron sobre mi destruyendo la escalera y las paredes hasta acorralarme en un islote de concreto que flotaba a mitad del muro. Estaba rodeado. Detrás de mi había un pasillo garganta por el cual entré.

Las paredes empezaron a desplomarse detrás de mi mientras cientos de vigilantes las atravesaban en un desesperado intento por detenerme y posiblemente matarme. Aproximadamente unos 200 vigilantes me perseguían.
Perdí la esperanza de escapar. Pensé en altura última.

Salté por la ventana y con lágrimas me encaminé a mi destino. Acústica, resplandeciente, mística y hermosa como la luna, brillaba en la negrura de mis nostálgicos recuerdos mientras me resignaba a desaparecer. Su sonrisa iluminaba la triste mueca de mi rostro. Sus ojos penetraban mi alma. Mi corazón palpitaba mientras me abrazaban sus rojos cabellos. Sólo un arrepentimiento. Si tan sólo le hubiese dicho lo que sentía. Miré hacia arriba y vi mi plateado epitafio centellear silencioso como todas las noches. Me apresuré a llegar.

Mis lágrimas poco a poco se detuvieron. Dejé de respirar. En sus esferas, a unos 20 metros estaban Acústica y Hielo. Me miraban satisfechos, como si me hubiesen estado esperando. A su alrededor, los oposición se abrazaban jubilosos.
Nadie me perseguía ya. Los vigilantes flotaban inanimados encima nuestro.

Acústica sonrió y me extendió amistosa su mano.
En el horizonte ya no había murallas; en cambio, un llano e inexpresivo panorama se extendía hasta hacerse uno con la negrura del cielo nocturno; había luces de colores aquí y allá en la lejanía. La mano de Acústica me tocó el hombro. Me dio un beso en la mejilla y susurró pícaramente:
-Lo logramos, gracias… -. Se rió tímidamente -Ya terminó, ya puedes respirar de nuevo.-
Reincorporándome brevemente… le miré con terror en los ojos. Mis labios comenzaron a esbozar palabras…
-Lo siento- dije apenado como todas las noches. Ella suspiró.

domingo, marzo 18, 2007

Otro de Amor

Mi nariz aún recuerda tu perfume,
En mis sueños, aún te veo sonreír;
Oscuro el camino que elijo seguir,
Guardando el secreto que debes saber:
Que todo placer nace en tu mirada,
Y en tu mirada, mi inspiración.
Que no soy nada sin tu atención.
Que no soy nada sin tu querer.


Un beso
Sólo te pido
Arrepentido
Porque callé
Que son tus ojos
Místico hechizo
Del que sumiso
Me enamoré.


Ya es tu nombre mi religión,
Que sean tus labios mi comulgar;
Dime mi amada si mi afección,
En tu corazón ¿Tendrá lugar?.

*Modificado por motivos estéticos del original escrito en el 2006... El original era malísimo, para acabar pronto.

lunes, enero 15, 2007

Justo, Legal y Correcto

Si bien podría empezar este escrito, comparando los 3 conceptos: Justo, legal y correcto, vamos a especificar primero que nada, como se definen estos últimos en nuestra lengua. Lo “justo”, se define como dar a cada quien lo que corresponde o pertenece. Lo “legal”, es todo aquello que sigue una norma constante. Y lo “correcto”, es todo aquello libre de errores y que va de acuerdo a las reglas.
Ya conociendo las definiciones oficiales, procedamos a un análisis mas profundo de estas. Según la definición, justo es alguien que da a cada quien lo que se merece... pero eso nos deja la duda de ¿Cómo sabemos que es lo que merece cada uno? ¿Quién decide que es justo y que no lo es? Podríamos decir entonces, que para decidir esto, necesitamos una ley que imparcial e invariablemente defina lo que es justo y lo que no lo es, y así podamos impartir justicia correctamente, ya que lo correcto es todo lo que va de acuerdo a las reglas o establecidas normas (Lo legal, en este caso). Condensando... Necesitamos leyes que definan lo correcto, y en ello basar la justicia. Lo legal es lo correcto, y lo correcto es lo justo; lo justo es lo correcto, y lo correcto es lo legal. Estos tres conceptos son necesarios entonces para mantener el orden... para defender y distinguir el bien del mal. O así sería teóricamente.
Con esto en cuenta, todo el que no siga las leyes, es injusto y esta en lo incorrecto. Siguiendo la lógica anterior... tendríamos en este caso a una persona que no gusta de hacer el bien... una persona mala, puesto que la justicia (que necesita de leyes correctas) debe defender el bien. ¿O no?.
Pero una ley, para que sea justa, entonces tiene que ser una ley que abogue por el bien, porque si no, ¿Cómo podríamos basar la justicia en ella?. Entonces habría que definir lo que es bueno y lo que es malo, y así hacer que la ley correcta; una ley que sea para el bien. Se abren dos cuestiones mas, ¿Cómo sabemos que es bueno y que no? Y ¿Para el bien de quien?. La primera, podríamos decir que el bien es todo lo que es correcto... Pero ¿no lo correcto era lo que seguía las reglas? Entonces nuestra definición se vuelve paradójica, pues nos lleva a donde empezamos. No nos sirve. La segunda pregunta se puede decir, que para que la justicia, que da a cada quien lo que merece, pueda estar “bien”, este último tiene que ser el de todos. Esto es, la ley debería buscar el bien comunitario. Pero si nos basamos en esto, ¿Existe algo como un bien comunitario?. No tenemos nisiquiera una definición de "bien". El bien podríamos definirlo como lo que le es útil a alguien. Si es útil, le sirve a la gente y esta obtiene beneficios, lo útil es bueno; si no es útil, sobra, no ayuda ni produce nada, estorba y en el peor de los casos puede incluso perjudicar, lo inútil es malo. Entonces, todo lo correcto sería lo que es bueno, y no lo que sigue una ley, y todo lo bueno seria lo que nos es útil y no necesariamente lo que es correcto... Así el bien comunitario sería lo que le es útil a todos. Por eso, las leyes tienen que estar diseñadas para buscar lo que le sea útil a la sociedad. Dos preguntas mas, ¿Defender lo que nos es útil, es lo justo? Y ¿Acaso lo que le es útil a un miembro de la comunidad, le es forzosamente útil al resto?
Tener lo que es útil no es necesariamente lo justo, pero por la definición anterior, seria lo bueno... Entonces la justicia no necesariamente es buena. Si alguien roba, se le descubre y no sólo no se le castiga, sino que se le permite mantener lo hurtado. Para él, esta decisión le es “útil”, por tanto buena; porque se salió con la suya sin ningún costo, castigo o sacrificio. Pero ¿No se merece un castigo por la fechoría? No castigarlo, es injusto para el resto. Eso nos lleva a la segunda pregunta, ya que alguien perdió algo sin merecerlo y alguien no fue castigado aún cuando lo merecía, no toda la comunidad obtuvo el bien. Si se castiga al ladrón, se esta siendo justo con él, pero no bueno, desde el punto de vista de este. Pero también se esta siendo justo con la sociedad, y bueno al mismo tiempo. Entonces un “bien común” sería regido por lo que es bueno para la mayoría. ¿Cómo es esto justo?. Si el ladrón robó porque su familia es pobre y no pueden sobrevivir de otra manera. Lo que hizo entonces fue bueno, pero no fue lo correcto, por tanto no fue justo... Pero ¿Es justa la situación en la que se encuentra su familia? ¿Es acaso justificable la miseria? Entonces, la situación del ladrón es injusta, lo que hizo fue ilegal, pero fue lo correcto si tomamos en cuenta que sus vidas dependían de ello. El castigo entonces seria injusto, ya que su acción se justifica con el hecho de que él no pidió ser pobre, pero dada su situación, la necesidad le obligó a cometer el crimen; legal, porque es en contra de las leyes el robar y el ladrón rompió la ley; e incorrecto, porque estamos castigando un acto que significa salvar la vida de alguien.
Por otro lado, viéndolo desde el punto de vista de la comunidad, por más pobre que sea, lo que hizo fue incorrecto e ilegal, y su situación es justa, pues él llego por si mismo a su nivel económico, nadie le quito sus posesiones y lo dejo en la pobreza. Entonces el castigo seria: legal, pues rompió la ley; justo, porque nadie tiene directamente la culpa de que él sea pobre y ni merecen ser víctimas de su miseria; y correcto, porque se cumplió con las leyes.
Aquí se pueden meter otros valores, como la empatía, la piedad, la filantropía... etc etc... pero sólo habría más paradojas.
Simplemente podemos establecer que, no todo lo útil es bueno, no todo lo bueno es justo, no todo lo justo es legal, no todo lo legal es correcto... y al revés; no todo lo correcto es legal, no todo lo legal es justo, no todo lo justo es bueno y no todo lo bueno es útil... Así es, es una completa idiotez. A través del tiempo, la sociedad creo estas 3 definiciones básicas, “justo”, “correcto” y “legal”, cada una depende de las otras 2 y todas dependen de lo que sea bueno y lo que sea malo. Pero aunque estén unidas, llega un momento en el que son incompatibles entre si. Entonces, ¿Cómo podemos basar una sociedad en estos 3 conceptos? Su completa inestabilidad, por mas firme que sea la definición, sólo es capaz de producir una sociedad firme en teoría, pero endeble en la vida real. Es una especie de condena lingüística, ya que no existe autoridad absoluta que de una definición de “bueno” y “malo” y por tanto no estamos capacitados para declarar (y peor aún, entender) con certeza lo que es “justo”, “legal” y “correcto”.

*[El texto fue escrito en Marzo del 2006 como tarea para un taller de humanidades]*

domingo, enero 14, 2007

Una canción en la playa

La gente se comenzó a levantar y a bailar al rededor de la fogata mientras las guitarras dictaban ritmo con su tropical improvisación. Ambos músicos se asentían continua y cadenciosamente el uno al otro en aprobación al acompañamiento. Conforme la melodía avanzaba los arreglos mejoraban, el ritmo crecía y la gente se animaba. La música estaba viva. Aplausos y percusión aparecieron de algunos alegres espectadores. Pasos en la arena, caderas en pleno meneo. Las guitarras en este momento iluminaban más que la lumbre. Sonrisas y gritos. La euforia es incontenible. Ambos artistas se miran a los ojos mientras sus manos hacen el resto. Como leyéndose el uno al otro, empizan las pausas. Se detiene uno y el otro empieza. Se detiene este, y es el primero el que reanuda. Con ligeros golpes a la caja de la guitarra, cambian de pronto el bailable son tropical agradable a la cadera, por un sonido más complejo y agradable al oído. Uno comienza a mover los hombros al compás de su melodía y el segundo comienza a requintar. Ya en el clímax y con un movimiento de cejas, el primero es invitado a unirse en el requinto. Los cuerpos que bailan ya se detuvieron y con una sobresaltada sonrisa les acompañan con las manos, siguiendo a la música con la cabeza y con los pies. La música comienza a detenerse hasta que hay un silencio. Las miradas permanecen expectantes… y tras unos segundos la improvisación original comienza a sonar para dar final a las guitarras unos segundos después. Todos se abrazan y ríen y besan.

jueves, diciembre 07, 2006

Romeo Romance

Las luces fosforescentes se filtraban entre el humo de cigarro y la sensual neblina nocturna.


-Momento... ¿Qué edad tienes?-

-14-

-Entonces quítate; ¡El que sigue!-

-¡No no! ¿Por qué?-

-¿Por qué crees? Sólo mayores de edad, ahora quítate-

-Pero... *tengo identificación falsa* ...-

-Ya lárgate, hubieras pensado en eso antes-


Fue empujada fuera de la línea.

Orgullosa, le lanzó una mirada amenazante y siguió caminando. Tenían que dejarla entrar en algún lugar. Sexo, cuerpos, miradas, seducción. La emoción de un club nocturno. Tenían que dejarla entrar en algún lugar.


-Hey ¿Cuánto?-


Chaqueta de piel marrón, sin camisa debajo. Abdomen trabajado. Cabello largo. Anteojos. Bandana. Botas obreras. Pantalón entubado. Despedía un aroma bastante peculiar, una mezcla entre whiskey y crack.


-¿Qué?-

-Es broma. Te ves muy solita.-

-No es tu asunto.-

-¿Por qué tan ruda?, Hey ¿Qué tal si te hago compañía?-

-Ya déjame en paz.-


Molesta, apresuró el paso.


-¡Hey hey! ¿A dónde? ¿Me vas a ignorar así nada más?-

-¡Ya déjame!-

-¡Calmada! Eres muy bonita, yo sólo quiero conocerte.-

-No me importa, vete-


La toma de un brazo


-¡Suéltame! ¡Suéltame o grito!-

-Ya estás gritando, muñeca. Cálmate y déjame hablar-

-¡Auxilio!-

-¡Cht! Escúchame...-

-¡Auxilio!-

-Si me sigues...-

-¡Auxilio!-

-Puedo hacer que te dejen entrar a un club-

-...-

-Pero sólo si vienes conmigo-


Su aliento le molestaba. Pero iba a poder entrar. Difícil decisión.


-¿Qué dices muñeca?-


Caricias en el brazo. No era feo... pero sí desagradable. Y sin embargo podía ser su única oportunidad... ¿Todavía quería entrar?


-Ok... voy contigo-

-Eso es todo-


Música ensordecedora. Luces. Cuerpos. Contacto. Sudor. Alcohol y tabaco. La emoción comenzó a moverse en su pecho y estómago. Una sonrisa se le dibujó en el rostro. Miró a su acompañante. Él le guiñó un ojo y la tomó de la mano.


-Me dicen Rober, ¿cómo te llamas, muñeca?-

-Arely...-

-Precioso-


No prestaba atención, estaba muy ocupada mirando la pista y a la gente bailando.


-¿Bailamos?-


Dijo entusiasmada.


-Calma Arely, muñeca. Vamos a tomar algo antes para entrar en ambiente.-

-No, no, se van a dar cuenta... vamos a bailar mejor-

-Vienes conmigo... Tranquila. ¿Qué tomas? ¿Una cubita?-

-¿En serio? No, quiero tequila con Squirt-

-Ya estás primor.-


Los vasos se vaciaron. Los alientos se calentaron. La pista de baile se sacudió.


Las miradas abrazaban los cuerpos en movimiento. Las caricias. Los sintetizadores marcaban el latir de los corazones en éxtasis. Rostro con rostro. Vista al frente. Los labios se conocieron en un beso muy sutil. Jadeos de pasión.


-¿Qué edad tienes muñeca?-

-14-

-La edad perfecta-

-¿Y tú?...-

-Yo tengo 28... 14 años más que tú. Creo que es una señal-


La perversión.

Intercambiaron un apasionado beso. Mano en el seno. Los labios en el cuello.

Piel tersa. Mirada inocente. Labios tiernos. Gemidos delicados.

Ella lo besó de nuevo.

Se fueron a sentar. Ella no podía quitarle las manos de encima.


-Calmada muñeca, calmada-


Jadeos.


-Allá atrás está la zona VIP, acompáñame chiquita-


Entraron a un salón con aroma a marihuana y sexo.


-No tienes vergüenza Rober...-

-Cállate, jamás te he dicho nada sobre tu relación con tu hermana ¿o sí?-

-...-


Dentro del salón había cubículos de 6 por 6, cortinas azul aterciopelado, una cama y una pipa de agua.

La música era, aunque algo opaca, perfectamente audible.

Bailaron un poco y se calentaron los ánimos de nuevo.


-Eres preciosa muñeca-


La ropa cayó al suelo. Ambos cuerpos se conocieron. Sudor. Deseo.

Arely se empezó a poner nerviosa.


-Oye... espera...-

-¿Cuál es el problema muñeca? ¿no te gusto?-

-No es eso... es...-

-Tú tranquila, no va a pasar nada que no quieras-


La mentira.

Las manos se aventuraron. Sus lenguas juguetearon. Labios. Mejilla. Cuello. Senos. Vientre. Sexo. Gestos. Labios de nuevo. El roce de la piel. Ella se negó. Pero fue muy tarde.

Los gemidos de niña. Embestidas lujuriosas. Sus lenguas se trenzaron. El ritmo se aceleró. Saliva. Sangre. Sudor. Semen.


El mundo gira. Y gira. Y gira.


El sol. Las lágrimas. El dolor.

En un lote baldío, desnuda y pegajosa. Su ropa en una bolsa junto a ella. Con resaca. Sangre en su entrepierna.

Sin saber qué pasó se cubrió el cuerpo y respiró profundo. No dejaba de llorar.

Se arrepintió. El eco la atormentaba.


“Muñeca” “Muñeca” “Muñeca”


Mamá la llamó a desayunar. Pero ella no la escuchó.

jueves, noviembre 09, 2006

Sueños Infinitos

Bañado en sudor frío, despertó sofocado. Un grito de niño hacía eco en algún lugar entre sus oídos. Ese grito que en el más profundo de los ensueños le era imposible escuchar por más que lo intentaba. Sintió terror. Terror como si le siguieran. Terror como si su vida estuviese al límite. El infinito era incomprensible. Evitaba cerrar los ojos, para no volver a caer en tal fantasía.
Fantasía en la que soñaba petrificado. Sin poder mover músculo alguno, cual estatua de pesadillas. ¿Terminará algún día el suplicio?. Ese sueño que le acosa todas las noches. Noches de sueño sin descanso. Apenas termina una pesadilla, comienza una nueva. Día con día la idea de dormir le aterroriza, para no soñar ese sueño otra vez. Y sin embargo, se mantiene con un curioso temor a seguir despierto.
Y es que a pesar de que su conciencia ha alcanzado nuevos niveles y cada día es más perspicaz por no soñar; él prefería las noches de sueño sin descanso. Le hacía pensar. Le hacía considerar que quizá había algo más que esa conciencia y perspicacia máxima... Y no sentía terror precisamente ante tal incógnita... no era a aquello que podía encontrarse más allá de lo perceptible... sino que quizá de descubrirle no sería capaz de responder. ¿Qué pasaba si se adentraba mucho en este infinito misterio?
"Hay muchas cosas evidentes como para que todo sea coincidencia” se decía entre pesadilla y pesadilla. ¿Escéptico? ¿Creyente?... no, no era ninguno de los dos. Simplemente anhelaba por fin saber la verdad. Saber qué hay más allá y poder probarlo. Quizá existe el cielo y el infierno. ¿De qué lado se iría?
Y todas las noches grita entre pesadillas. Grita por ayuda. Grita para no perderse a si mismo. Grita porque ve el futuro y grita porque no lo ve. Grita porque su verdadero yo se pierde en la profundidad del infinito de su propio ensueño.
"Tiene que haber algo más que esto” Se dice cada vez que falla al intentar explicar la existencia misma.
Y es que quizá cuando muera... se le dará más adelante otra oportunidad de vivir, de regresar... regresar al juego de sueños infinitos una vez más... y otra más... y otra más...

(Basado en "Infinite Dreams" de ~Iron Maiden, letra de Steve Harris)

sábado, noviembre 04, 2006

Flama Victoriosa -V- Luz Celeste (2)

Fue justo cuando mamá se quedó dormida que ella huyó de casa para vivir con su novio. Era una locura, pero así era el amor de aquellos dos. Un amor loco y desenfrenado, que no se detiene a pensar y se deja llevar por lo que dicta el corazón. Ella a sus quince y él a sus diecinueve.

Aoramid era aprendiz carpintero hacía algunos meses. Todavía no ganaba dinero suficiente como para mantenerse a sí mismo. Mucho menos a su novia. Pero no se trata de ser ricos, sino de ser felices, se decía una y otra vez, el amor lo puede todo, saldremos adelante.


El tórrido amorío sólo duró 3 noches. Zuama estaba embarazada.


“¿Qué rayos te pasa? ¿Por qué me mentiste? ¡Dijiste que estaba bien si lo hacíamos! ¡Dijiste que estaría bien! ¡Dijiste que era un día seguro! ¡Que nada pasaría! ¿Por qué me mentiste?”


“¡Lo siento! Perdóname... ¡Perdóname! ¡No pensé! Es que yo...”


“¡No! ¡No pensaste! ¿Qué vamos a hacer ahora? ¡Dime!... ¡Ah! Todo fue un error, ¡Desde el principio! ¿Por qué? ¿Por qué mentiste?”


“Es que... tenía tanto miedo a que te fueras si no lo hacíamos”


La relación terminó. Aoramid abandonó a Zuama y esta rogó a sus padres que la dejaran volver. Su padre jamás la perdonó. Su madre ayudó a Zuama a criar al niño. Lloraba la desdicha de su hija todas las noches y esto fue demasiado para ella. Dos meses después, sus negros cabellos se volvieron blancos, y apenas el crío cumplió 5 años, ella murió. Zuama tuvo que irse de su casa pues su padre no la dejó vivir ahí más tiempo.


En tierras de Alá una madre soltera no era bien vista. Tenía forzosamente que cruzar la frontera de fe y convertirse a la llamada “religión perversa”. En realidad nunca lo hizo, pero fingió (como casi todo converso) que había dejado su vieja fe.


En tierra de Dios, el Dios representado por el Obispo de Remaccia, claro está, no fue muy bien recibida. Su color de piel la discriminaba y la gente la limitó a vivir en los círculos de miseria morisca existentes en todas las ciudades de Dios. Dios quería más a los blancos.


Su única salida, como de toda mujer emigrante te tierras de Alá era la prostitución. Su exótico color de piel e inusual belleza la convirtió en una “dama de noche” muy popular entre los clientes y la metió en muchos problemas con las mafias que controlaban el negocio del “placer”.


Cuando su hijo cumplió 10 años, avergonzado de que su madre vendiera su cuerpo a hombres sin honor, huyó de casa para regresar a tierra de Alá. Zuama lloró. Pero el niño no hubo llegado lejos cuando fue capturado por unos comerciantes de esclavos y murió 2 años después de cólera.


A los 28 años tuvo un corto romance que le dio un trabajo en un popular antro nocturno, “La Luz Celeste”. La relación terminó, pero su trabajo lo mantuvo.


“En nombre de Alá, mátame”


El hombre se había vuelto loco y había matado a la mitad de las personas ahí dentro. Zuama por el susto no pudo hablar más que la lengua de Alá, sin embargo todavía podía entender la lengua de Dios.


“Esta es la verdadera justicia”

martes, septiembre 05, 2006

Flama Victoriosa - IV - Luz Celeste

Anochecía. El cielo se cambiaba de ámbar a purpúreo. Los faroles de la ciudad ya dejaban ver su romántico resplandor amarillo. La brisa soplaba refrescante entre tu cabello y ropa mientras avanzabas por el rústico empedrado, contrarrestando el caluroso ambiente que se sentía hacía algunas horas. Las joviales risas y murmullos de la gente te hacía disfrutar la caminata aún más. Todos los establecimientos (o casi todos), como era costumbre en el verano, tenían sillas y mesas en el exterior para que las parejas disfrutaran del suspiro del anochecer, para que pudiesen contemplar las estrellas. Era un lugar absolutamente precioso.
Conforme avanzabas, más olvidabas las palabras de Boltarión. ¿Cómo se llamaba el lugar aquel?. Un viejo anciano se te acercó a pedirte limosna, pero lo ignoraste, con tu hombro le empujaste y seguiste caminando. La Flama Victoriosa no habría ignorado el suplicio de esa ánima desafortunada. La Flama Victoriosa habría dado suficiente al pordiosero para que comiese bien esa noche (¡mínimo!). ¿Por qué ya no Seramís? ¿Acaso la Flama y tú no eran la misma persona? Tú, cuando te ordenaste, prometiste siempre cuidar del necesitado y vivir bajo los principios de honor y justicia inquebrantable que tu maestro Eorimante te inculcó desde pequeño. Quizá no lo ayudaste porque no tienes dinero. Eso es cierto, desde que dejaste la caballería, apenas tienes para comer. Quizá sea eso. Pero no lo creo, ¿tú qué opinas?. Así es. Estás amargado. No con Cirabriela. No porque el amor de tu vida resultó ser una ilusión. No porque el discípulo que criaste como tu propio hijo y en quien depositaste todo tu cariño, tiempo y toda tu fe había sido muerto por tu propia espada. No era eso. No porque Boltarión te convenció para que tomaras la última de las misiones. No. Estás amargado con el mundo. Aquel mundo por el cual luchaste tan fieramente. Aquel mundo que amaste con lo más profundo de tu ser, tanto así que estuviste a punto de perder la vida en un incontable número de ocasiones sólo por salvar al más insignificante e ingrato de sus habitantes. Eso es. Ingratos. Estás amargado porque son ingratos. Porque todos festejaban tus hazañas cuando victorioso, pero nadie recuerda tu nombre cuando perdedor. Estás amargado porque nadie te extendió la mano cuando eras tú el que se encontraba en necesidad y ellos eran quienes tenían la espada triunfante que podía acabar con tu sufrimiento. Estás amargado porque dejaron que la Flama Victoriosa se apagara. Estúpidos. Tú fuiste capaz de compartir el llanto con más de una moza, de servir de apoyo a más de un hombre, de ser escudo de más de un noble y de iluminar el camino de más de un pueblo. Hoy en día son contados con una mano los que recuerdan al gran Seramís de Zórvila. Los cuentos del Seramís son contados por grandes y chicos ignorando que el héroe de leyendas sigue con vida. Eras una llama inextinguible y esos ingratos te convirtieron en sombra imperceptible. No se merecen tu espada. No merecen que levantes el puño por ellos... Es por eso que no lo haces por los ingratos. Ni por Boltarión, o por Leonidio... no por la falsa Aurisiana que aún flagela tu corazón después de tanto tiempo. Lo haces por Seramís. Lo haces por la épica figura que alguna vez fuiste. En honor a la Flama Victoriosa, va este último trabajo.

Terminaste de recorrer la zona donde se encontraban las fondas y las tabernas y llegaste a la parte oscura de la ciudad: La zona de los prostíbulos. En los portales pululaban tanto borrachos desfallecidos como una que otra ramera en plena seducción. Toda la calle apestaba, los faroles estaban a media luz y hombres gritaban para convencerte de que dentro de su establecimiento, se encontraba la mejor gonorrea de todo el pueblo. Te asqueaste. “!LA LUZ CELESTE TIENE LAS MEJORES CHICAS DEL PUEBLO!”. ¿Luz Celeste? ¿Era ese el nombre que dijo Boltarión?. “¿BUSCAS DIVERSIÓN? SÓLO LA LUZ CELESTE TIENE CHICAS DE ALTA CALIDAD, SÓLO EN LA LUZ CELESTE PODRÁS VERDADERAMENTE SACIAR TU LIBIDO”. ¿Era ese? Era algo “Celeste”... ¿Recuerdas?.
Entraste en la Luz Celeste. El olor a sexo y tabaco inundaba todo el establecimiento. Delante, una pianola tocaba desafinada una molesta melodía, al ritmo de la cual las chicas en el escenario se desnudaban. En la barra llena de sucios criminales y mal vivientes, se encontraba el resto de las chicas que con sucias palabras intentaban ganarse ese maravedí extra. No te hacía ninguna gracia el lugar. Te sentaste en la barra. El cantinero te preguntó si querías beber algo pero tú no respondiste. Estabas concentrado. “¿A qué hora se presenta Zuama? Preguntaste- Debe ser la siguiente buen hombre, contestó el tabernero, ¿Vino a ver el espectáculo de Zuama la Persa, no? Casi todos aquí viene por ese motivo- Sólo he oído rumores, dijiste al cantinero, pero muero por averiguar si son ciertos.- Ten por seguro que lo son, contestó”.
La pianola se calló. Tú dirigiste tu atención hacia el escenario. Una mujer morisca se encontraba parada con ambos brazos detrás de la cintura. Esperabas el momento. Una música arabesca comenzó a escucharse. La mujer movía hipnóticamente la cabeza de un lado al otro. Sus caderas comenzaron a moverse delicadamente de arriba hacia abajo, intercalando lados... bamboleándose de atrás hacia delante. Pasando un pie al frente, comenzó a mover el vientre como serpiente, asegurándose que sus caderas se notasen. Sus manos lentamente comenzaron a recorrer cara parte de su bronceada piel, teniendo especial cuidado de seguir meneando la cadera en aquel lascivo ritmo. Sus hombros hacían juego ahora con sus caderas. Tú seguías esperando. La danza se volvía cada vez más sugerente. Haciendo a sus manos atravesar delicadamente su vientre, llegó a su abultado pecho y lo dejó al descubierto. Te levantaste. Pocos supieron qué pasó a continuación. De unas cuantas zancadas atravesaste el lugar hasta llegar a la pianola y con un fugaz movimiento, decapitaste al hombre que la tocaba. Giraste con el impulso para enfrentar al alarmado público. Los pocos que no huyeron en pánico intentaron aniquilarte. Pero fallaron. Después de que mataras al último de tus agresores te dirigiste por tu objetivo. La mujer se encontraba en una esquina temblando, intentando cubrir su desnudez. ¿Qué decía?. No le entendiste ¿Cierto?. ¿Qué le dijiste tú?. La tomaste de la muñeca y la sacaste. El cantinero que se encontraba agazapado detrás del mostrador asomó la cabeza. Lo mataste mientras salías. Al salir te quitaste la pañoleta que cubría la mitad de tu rostro. No es como si hubiese sido necesario traerla... Bien sabías que nadie te recordaba. ¿Habrá sido tu ego el que insistió en cubrir tu rostro?.
Ambos tú y la muchacha desaparecieron en la oscuridad de la noche.