jueves, marzo 22, 2007

Arteria

Arteria.

Era a las 6 en punto. A esa hora todos ya estábamos dentro de nuestro recinto asignado, mirando a través de la amplia ventana única. Debíamos esperar quietos la inspección. Podíamos sentarnos, podíamos permanecer parados. Lo que no podíamos era darles la espalada. Como regla, todos teníamos que estar a una distancia razonable de las personas con las que habitábamos, para así facilitar el conteo. Los muebles estaban prohibidos. Las cortinas también. Nadie podía ir al baño durante la inspección. Una ventana nunca era sondeada 2 veces en una noche de revisión. Si tu recinto ya había sido examinado, no podías salir hasta que la inspección terminara. Si alguien rompía las reglas, sufriría las consecuencias. Y ya que nadie quería sufrir las consecuencias, nadie sabía cuáles eran éstas.

Yo tenía los ojos bien abiertos, con el compás a medias y recargado en la pared. Sudando en frío y con el corazón como bólido. Quería ver si Acústica se había puesto en posición pero me daba terror quitarle la mirada de encima al vigilante. "Por favor que se haya puesto en posición. Por favor".
Me ponían nervioso las inspecciones.

Parecían hombres. Hombres enormes, dentro de una angulosa armadura metálica; bastante ceñida pero con unas hombreras colosales. Una capucha verde cubría sus cabezas y en su rostro siempre había una petrificante máscara blanca. En ella había una ranura por la cual brillaba lo que parecía ser un enorme y acechante ojo. Los vigilantes se trasladaban flotando por el aire, brincando y girando de ventana en ventana. A veces de cabeza, a veces de pie, frenando en seco, examinándonos y cambiando al siguiente recinto.
Nadie sabe cuántos vigilantes hay en total.

Después del minuto más largo del día, el vigilante, aparentemente ya satisfecho, giró velozmente hacia arriba para inspeccionar el siguiente recinto. Yo me quedé recargado en la pared, inmóvil.
-Siempre haces lo mismo-. Acústica se acercó a donde estaba yo. Ella era mi compañera de recinto.
-Ya se fue miedoso; ya puedes respirar de nuevo- Hacía 6 años se nos había asignado vivir en el mismo recinto. Mi hermano Hielo, de 16, aún vivirá un año más con mis padres.
Ella quedó huérfana a los 12 y se le asignó un recinto temporal hasta los 17. Fue entonces cuando la conocí -No entiendo por qué tienes tanto miedo, nunca hacen nada; sólo nos miran y ya…- dijo enfadada.
Desde el primer momento en que la vi, me había parecido muy hermosa; de cabello rojo y rizado, con centellantes y profundos ojos color ámbar acentuados por un par de largas y curvadas cejas. Su sonrisa completaba el hechizante conjunto; amplia y rebelde, brillaba por si desinhibición y su blancura. Su mirada parecía volverse aún más penetrante cuando sonreía.
-Lo siento- dije apenado como todas las noches. Ella suspiró.
-Lo sé, lo sé… es sólo tu forma de ser- Me dio una amistosa palmadita en el hombro. Me sonrió -Oye, voy con Hypno, regreso en la noche. ¿Tú vas a salir a algún lado?- Hypno era el novio de Acústica.
-Sí, también tenía pensado salir- contesté.
No sabía qué era lo que veía en ese patán.
-¿Irás a ver a Data?- Me preguntó.
-No… Data y yo rompimos hace dos semanas- respondí.
-No lo sabía… los siento tanto Tríler- dijo con mirada tierna, intentando consolarme.
-Nah, está bien, no te preocupes-.
-Okey… Vuelvo como a las 2 ¿Está bien?- confirmó.
-Dejaré la ventana abierta- le dije finalmente.
Ella tomó su esfera y saltó hacia uno de los cables. Giró sobre él unos segundos y cambió súbitamente de cuerda. Lo fue haciendo hasta que la perdí de vista.
Tomé mi esfera y salí también.

Todos en Disco vivimos en recintos. Estos nos son asignados a los 17 y no son intercambiables. El recinto es una habitación vacía en la cual dormimos. Nos está prohibido decorarla o amueblarla. Entre los edificios de recintos hay espacios sin fondo. Para conectar un edificio con otro, hay cables. Los cables son cuerdas de metal que conectan los recintos, generalmente localizados a 100 metros de distancia en línea recta. Estos cables continúan hasta la profundidad oscura, (la zona bajo los recintos) y hasta la altura última, (o la parte más alta de los recintos, desde donde se pueden ver los tejados y las altas murallas). Hay cables para ir a cualquier lugar en la ciudad de Disco. Para moverte en un cable, necesitas esferas. Las esferas se nos dan al nacer, y son instrumentos magnéticos que permiten adherirse al cable y moverse a voluntad a través de ellos. Sin esferas, no podríamos salir del recinto hacia la calle.

Odiaba salir. Pero odiaba el recinto. Sólo quería estar con Acústica.

Comencé a ascender, saltando de cable en cable. La gente pululaba en las calles como gusanos en carne podrida. Gusanos muy ruidosos. Por allá, el grito histérico de una madre al ver que su hijo perdía el control de su esfera y caía en las fauces de la profundidad oscura para no ser visto nunca más. La noche siempre estaba llena de sollozos. En las mañanas rara vez alguien caía. Un poco más arriba, los bohemios. Pacíficos, poéticos. Siempre con un verso en los labios, hablando en metáfora, abusando el hipérbaton. Mirada plástica, sonrisa falsa, palabras vacías. Por otro lado, a unos metros de profundidad oscura, habitaba la pandilla oposición, delincuentes que se dedican a crear caos, justificándose con palabras lindas como rebelión y libertad. Palabras que en realidad nadie puede definir.
Ambos grupos me enervaban. Sin embargo, muy lejos de oposición y una vez superados los bohemios… estaba altura última, el fin de los cables y mi lugar favorito desde siempre.
-¡Hermano!- gritó Hielo, mientras interrumpía mi acenso -Hermano, ¿A dónde vas? Ya es hora de comer-.
-¿Qué haces aquí Hielo? No puedes cruzar la zona de los bohemios hasta los 17…-.
-Lo sé, lo sé, tú no digas nada a nadie y no habrá problema; además, en un año más tendré 17, no sé cuál es el apuro- contestó Hielo con enfado.
-Es peligroso niño, debes regresar ahora- dije con voz firme.
-Tú también Tríler, es hora de comer-.
-No tengo hambre- contesté.
-¿Te sientes mal por lo de Data?-.
Hice silencio y le miré enfadado. -No, eso fue hace semanas… no es tu asunto de todos modos, déjame estar solo un rato-.
-De acuerdo, de acuerdo… ¿Pero prometes que no dirás nada a Mamá y a Papá?-.
-¿Sobre qué?- Le pregunté fingiendo.
-Sobre mi… en la zona bohemia…-.
-Lo sé Hielo- contesté inmediatamente decepcionado- era sarcasmo para demostrarte que ya lo olvidé…-.
-El sarcasmo nunca fue un don tuyo- dijo riendo entre dientes.
-Lárgte-.
Hielo se dejó caer en picada. Unos metros antes de llegar al nivel de mi recinto, se aferró a un cable con su esfera y entró por una ventana. Yo prefería mirar el cielo. Cielo negro, con un místico resplandor blanco en el centro, como el destello de un espejo en la oscuridad. Cegador. Sensual. Misterioso. Los tejados triangulares al horizonte sobresalían de la penumbra del interrumpido horizonte como delgadas líneas plateadas. Debajo de mi, el dorado resplandor de los candelabros horizontales. Al final del frío paisaje, las murallas que nos enclaustraban se entretejían con el cielo, dando la impresión de encerrarnos en una burbuja cósmica.
Pensaba sobre lo que podía haber más allá. El mundo de los vigilantes. Lo que hay detrás de la máscara. Qué razón habría para tenernos encerrados. La filosofía de mis noches consistía siempre de tales razones.
Después de unas horas de melancólica reflexión, decidí bajar con la esperanza de que Acústica estuviese ya en el recinto. No fue así. Suspiré. Con la ventana abierta como prometí, me desnudé, coloqué mi ropa en el incinerador y me fui a dormir a mi esquina habitual. Era aún temprano.

Todos los recintos tienen tres puertas internas, una de estas puerta conecta al un pasillo garganta, en cuyo final se encuentra la espina: una escalera en espiral al centro del edificio. Esta escalera lleva al piso equis. Había un piso equis en cada edificio. En el piso equis no hay pasillo garganta. En su lugar hay 3 puertas. Tras esas puertas hay 3 cafeterías. Todos los días en la mañana se nos asigna una cafetería con un mensaje bajo la puerta de nuestro recinto. Durante la noche, antes del amanecer, tenemos que quitarnos la ropa y llevarla al incinerador, localizado en la segunda puerta del recinto. Al día siguiente, más ropa aparece junto a esta. Siempre los mismos modelos. Distintos en cada recinto. La tercera puerta es un baño que consiste de una regadera y un tubo metálico que dispensa jabón.

Abrí los ojos la mañana siguiente. Estaba recostado en una esquina en posición fetal, mirando hacia la puerta que conecta el recinto con el pasillo garganta. Me levanté con pereza y me tallé el rostro. Miré alrededor. La ventana seguía abierta y sólo estaba mi ropa junto al incinerador. Acústica no se veía por ningún lado. "¡Hypno!" fue lo primero que me vino a la mente.
Me vestí apresurado y salté con mi esfera por la ventana. Las mañanas no eran muy concurridas en Disco generalmente. Ese día no era la excepción.

No tenemos que trabajar. No tenemos nada que hacer más que seguir las reglas.

-¡Tríler! ¿Cómo estás?- gritó Hypno al verme.
-¿Dónde está Acústica?- dije sin saludar.
-¿Qué?- se sorprendió -¿Y yo cómo voy a saberlo?- preguntó indignado.
-Ayer en la noche vino a verte y no volvió al recinto-.
-Eso es mentira… además ¿A ti qué? ¿Ahora eres su guardián o algo así? ¿No será que te gusta?- dijo burlándose.
-Hypno, ¿Dónde está acústica?- le repetí ignorando sus comentarios.
-Ya te lo dije, ¿Y yo cómo voy a saberlo?-.
-¡Ella ayer vino a verte!- le dije perdiendo la paciencia.
-Cuida tu tono- dijo serio -Hace más de dos semanas que no veo a Acústica-.
-No mientas, ella te viene a ver todos los días y se queda hasta tarde contigo…-.
-¿De qué hablas? ¿Por qué haría eso?-.
-¡¿Yo qué sé?!-. Me desesperé.
-¡Tríler, no estoy mintiendo! Desde que corté con Acústica hace 2 semanas, no la he visto-.
-¡Dime dón…!- Me petrifiqué- … ¿Qué?-.
-¿Qué?-.
Ambos estábamos confundidos.
-¿Rompiste con Acústica?-.
-¿No sabias? ¿Viven juntos y no sabías?-.
-¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?...- era un momento realmente vergonzoso- No, espera. ¿No sabes dónde podría estar?-.
-Acústica es una mujer adulta, sabe cuidarse sola… ¿O es acaso que tú y Acu…-.
-¡No seas estúpido!- Interrumpí desesperado.
La verdad es que extrañaba el rostro de Acústica. Extrañaba su voz y sus rojos cabellos. Su peculiar y cálido aroma. Su risa violenta y su delicada figura.
Pero no era ese el motivo de mi frenética búsqueda. Algo más oscuro me obligaba a encontrarle.
-¡Si Acústica no regresa antes de las Seis, entonces…¡-.
-¡Ja ja ja! ¡Olvidaba tu temor a los vigilantes!-.
-… ¿Cómo sab… ? ¡Olvídalo!-. Mi cabeza daba vueltas. Me invadía el pánico… cada vez mi visión se hacía más opaca.
Salté de ahí y me alejé aprisa. Acústica probablemente le había contado sobre mi miedo. Con él sí habla. Ella rara vez charla conmigo… Pero no. No era momento de pensar en ello. Faltaban sólo 8 horas para revisión. 8 horas para encontrarla.
El tiempo perdió coherencia.

Hora tres.
Con apagada disposición continué mi búsqueda. Como si no fuese suficiente que el paradero de Acústica se nublase conforme los minutos escurrían, ahora Hielo tampoco aparecía. Mi motivación se empezó a difuminar con la cálida brisa de medio día. Mi voluntad siempre ha sido muy endeble.

Hora uno.
La primera persona a cuestionar en la pequeña lista que formuló mi mente en tan desesperados instantes, fue mi hermano Hielo.
Lo abordé con violenta ansiedad y de alguna forma balbucee mi angustia junto con otros disparates sin conexión alguna a la situación. Hielo, amablemente y viéndome en tal estado, decidió ayudarme a buscar a Acústica. Además, me confesó que la noche anterior en su trayecto de regreso al recinto, vio a Acústica discutiendo con dos extraños, algunos cables bajo el nivel de su recinto. No me pudo especificar, sin embargo, la apariencia de estos individuos.

Hora seis.
Cuando abrí los ojos no pude ver a Hielo. A decir verdad no pude ver nada. Estaba envuelto por una oscuridad tan espesa que dolía. Intenté hablar pero algo había en mi boca que no me permitía abrirla. Intenté moverme pero fallé también; algo me lo impedía. Quizá la oscuridad, quizá estaba atado. Mi cuerpo estaba entumecido. Sólo el dolor de la penumbra se podía sentir. No supe si estaba de pie, sentado o acostado. Era como si flotase en la negrura de la nada. Como la luna lo hace durante las noches sin darse cuenta de la belleza de su resplandor. Me pregunto si yo brillaba también sin darme cuenta. Seguro lo hacía pero no podía verlo porque mis ojos no estaban en realidad abiertos. Sólo creía que lo estaban. Y ese malestar que me estrujaba no era más que un cegador y casi divino brillo escapando de mi cuerpo y haciendo sonreír a alguien que como yo, disfrutaba al verle.

Hora cuatro.
Me quedé dormido de cabeza en un cable aproximadamente unos treinta minutos. Un bohemio me despertó angustiado. Me asusté y llegó a pasar por mi mente la idea de golpearlo; pero no lo hice. Esto resultó beneficioso para mi casi muerto propósito: el bohemio afirmó haber visto a Acústica en el lado este de Disco. Describió a sus acompañantes como dos jóvenes mal encarados y de vestimentas roídas y sucias. Ambos tenían el cabello color rojo y se mantenían en constante (Y casi paranoica) vigilancia de sus alrededores. Los únicos que conozco que encajan en tal descripción son los misteriosos oposición. ¿Qué hacía Acústica con esa gente?

Hora siete.
Inmenso dolor. Toda mi piel se estrujó contra mi ceño en un desesperado intento de bloquear la potente luz que me taladraba el rostro. Sentí desesperación e intenté usar los brazos… acción que sólo puso en evidencia que mis extremidades estaban sujetadas por un mecanismo que jamás había visto. Lágrimas comenzaron a fluir intentando sanar el dolor de mis ojos. Después de un largo momento de agonía, logré entre abrir los ojos. Frente a mi estaba una mujer que se parecía a Acústica. Estaba hablando con otras dos figuras. No podía escuchar nada. La figura de Acústica se acercó a mi y me dijo algo. Creo que fue algo consolador. Las otras 2 siluetas se aproximaron y la arrastraron. Ella gritó algo y desaparecieron tras el resplandor. Pasó un tiempo anónimo por delante y empecé a recuperar mis sentidos. Acústica seguía discutiendo pero sólo se distinguían murmullos. De pronto, algo se empezó a mover en la máquina.

Hora dos.
La búsqueda se mantenía sin novedad. Al igual que Hielo, otras dos personas dijeron haber visto a Acústica con extraños. Tampoco me pudieron describir a los acompañantes de Acústica. Ni siquiera concuerdan los sitios del avistamiento. Lo único que coincide es el número de desconocidos escoltando a la desconocida y que siempre se le veía en cables bajos. Tengo que buscar a mi hermano para ver si él descubrió algo.

Hora cinco.
Fui a comer pues llevaba casi 24 horas sin hacerlo. Me encontré a Hielo en el camino. Intentó excusar su ausencia con motivos vagos y la mayoría sin sentido, pero no me importaba en realidad, al fin tenía una pista de cierta forma concreta. Le conté lo que el bohemio me había dicho. Hielo tenía un amigo de la infancia que se había unido a oposición hacía algunos años, así que decidimos que él sería el siguiente encuestado. Ambos comimos tan rápido como nos fue posible y corrimos a los límites de profundidad oscura en búsqueda del susodicho, el cual pareció de cierto modo alegrarse al ver a mi hermano, y, después de algunos minutos de camaradería protocolar, Hielo fue al grano. Su amigo dijo que él rara vez salía del territorio de oposición, que sólo los líderes de la causa tenían ese privilegio. Hielo, sospechoso de su amigo, le acusó de ocultarnos información e insistió en que nos ayudase. Su amigo, a pesar de mostrar cierta tenacidad al mantenerse en silencio, cedió algunos minutos después.
No hubo dicho “Su amiga está en…” cuando de la oscuridad apareció una considerable cantidad de sus secuaces. Saltando del cable y desapareciendo en la oscuridad, el traidor revolucionario nos dejó a nuestra suerte. La situación se complicó.

Y dieron las inevitables 6. Hora de revisión.

Aturdido busqué con la mirada a Acústica por todo el recinto pero no le encontré. De alguna manera yo había vuelto pero ella no. Mi respiración se agitó y con nauseas comencé a temblar. Mis ojos se hincharon de lágrimas. Quería gritar pero el terror no permitía escapar sonido alguno. Afuera, a través de la enorme ventana única del recinto se veían los vigilantes brincar de un recinto al otro. Girando en el aire a gran velocidad. Examinando. "Quizá se les olvide revisarme" me decía con fe desquiciada y en desesperación. Cada vez que veía una de sus enormes armaduras pasar por mi ventana un sollozo escapaba de mi garganta.

El vigilante se detuvo en seco y de cabeza. El resplandor de su ojo único brillo amenazante a través de su máscara. Comenzó a escanear. Una vez terminada la revisión y con aparente satisfacción se dispuso a irse. Sentí un alivio infinito por un segundo, sin embargo, justo antes de moverse regresó la mirada a la habitación. Lentamente giró hasta ponerse de pie. Examinó de nuevo el recinto. Al no encontrar a mi compañera, entró silencioso por la ventana. Haciendo caso omiso de mi persona, flotó hasta el incinerador. La puerta se abrió sola y después de unos segundos se cerró. Se quedó ahí unos segundos y repitió la operación con la puerta del baño. Finalmente, flotó hasta la puerta del pasillo garganta la cual también se abrió por si misma. Inmóvil por unos minutos, miró fijamente la profundidad del pasillo. Se alejó de este y un segundo vigilante entró a mi cuarto. Comenzaron a dar vueltas por todo el recinto. Más vigilantes entraron por la ventana poco después. Uno de ellos se me acercó y se agachó. Pegó su máscara contra mi rostro y me miró. Yo ya no estaba seguro si estaba aterrado o completamente desconcertado.

Moví mi cabeza y la aparté del frío antifaz. El vigilante insistió y volvió a poner su rostro contra el mío. Confundido intenté torpemente de alejarme de él, pero caí de bruces a los 2 pasos. En la otra esquina del recinto, un brillo metálico llamó mi atención. Era mi esfera. Mareado, me arrastré hasta ella mientras las extrañas figuras me miraban con curiosidad, flotando en círculos sobre mi.
Todo giraba vertiginosamente. Tomé mi esfera y la abracé con fuerza mientras me volteaba frenético para verles. Los vigilantes me seguían contemplando. Me levanté y apoyándome en la pared, caminé pesadamente hasta la ventana. Me trepé con dificultad y salté a uno de los cables.

Los vigilantes alarmados se abalanzaron en estampida sobre mi, rompiendo la pared del recinto. Una misteriosa sirena se escuchó en Disco.

Mi miedo se quedó atrás. Una extraña confianza me abrazó. Como en aquella dolorosa oscuridad, sentía como mi cuerpo brillaba, como mis ojos se cerraban y como todo desaparecía. No necesitaba verles. No necesitaba ver nada. No necesitaba ser nada. Sólo relumbrar en la negrura de la nada.

Con velocidad evadí a mis perseguidores mientras me escurría por las calles de Disco, girando y saltando de un cable a otro. Subiendo y bajando. Deslizándome. Con cada esquina que giraba, otro vigilante aparecía con la única intención de embestirme.

Entré violentamente a un recinto e ignorando a los alarmados inquilinos, crucé su pasillo garganta hasta la escalera espina en donde ya me esperaban los vigilantes. Sin detener mi carrera, me dispuse a ascender a pesar de estar rodeado. Como proyectiles, los vigilantes se arrojaron sobre mi destruyendo la escalera y las paredes hasta acorralarme en un islote de concreto que flotaba a mitad del muro. Estaba rodeado. Detrás de mi había un pasillo garganta por el cual entré.

Las paredes empezaron a desplomarse detrás de mi mientras cientos de vigilantes las atravesaban en un desesperado intento por detenerme y posiblemente matarme. Aproximadamente unos 200 vigilantes me perseguían.
Perdí la esperanza de escapar. Pensé en altura última.

Salté por la ventana y con lágrimas me encaminé a mi destino. Acústica, resplandeciente, mística y hermosa como la luna, brillaba en la negrura de mis nostálgicos recuerdos mientras me resignaba a desaparecer. Su sonrisa iluminaba la triste mueca de mi rostro. Sus ojos penetraban mi alma. Mi corazón palpitaba mientras me abrazaban sus rojos cabellos. Sólo un arrepentimiento. Si tan sólo le hubiese dicho lo que sentía. Miré hacia arriba y vi mi plateado epitafio centellear silencioso como todas las noches. Me apresuré a llegar.

Mis lágrimas poco a poco se detuvieron. Dejé de respirar. En sus esferas, a unos 20 metros estaban Acústica y Hielo. Me miraban satisfechos, como si me hubiesen estado esperando. A su alrededor, los oposición se abrazaban jubilosos.
Nadie me perseguía ya. Los vigilantes flotaban inanimados encima nuestro.

Acústica sonrió y me extendió amistosa su mano.
En el horizonte ya no había murallas; en cambio, un llano e inexpresivo panorama se extendía hasta hacerse uno con la negrura del cielo nocturno; había luces de colores aquí y allá en la lejanía. La mano de Acústica me tocó el hombro. Me dio un beso en la mejilla y susurró pícaramente:
-Lo logramos, gracias… -. Se rió tímidamente -Ya terminó, ya puedes respirar de nuevo.-
Reincorporándome brevemente… le miré con terror en los ojos. Mis labios comenzaron a esbozar palabras…
-Lo siento- dije apenado como todas las noches. Ella suspiró.

domingo, marzo 18, 2007

Otro de Amor

Mi nariz aún recuerda tu perfume,
En mis sueños, aún te veo sonreír;
Oscuro el camino que elijo seguir,
Guardando el secreto que debes saber:
Que todo placer nace en tu mirada,
Y en tu mirada, mi inspiración.
Que no soy nada sin tu atención.
Que no soy nada sin tu querer.


Un beso
Sólo te pido
Arrepentido
Porque callé
Que son tus ojos
Místico hechizo
Del que sumiso
Me enamoré.


Ya es tu nombre mi religión,
Que sean tus labios mi comulgar;
Dime mi amada si mi afección,
En tu corazón ¿Tendrá lugar?.

*Modificado por motivos estéticos del original escrito en el 2006... El original era malísimo, para acabar pronto.