lunes, enero 30, 2006

La huida

Tus pies se despegaron del suelo y tu espalda se arqueo mientras frenéticamente ondeabas los brazos. Tus pies corrían como si intentaran encontrar suelo. No respirabas. Mantenías la mirada fija en el tejado próximo que todavía se encontraba a unos 4 metros de distancia. A 3 metros. A 2 metros. A 1 metro... Tu pie derecho toco primero el suelo, seguido de tu hombro izquierdo... rodaste e intentaste pararte después de la primera vuelta. Te pusiste de pie, pero la fuerza con la que te movías te ganó. Caíste de bruces al suelo. Y te dolió mucho.
Intentaste furiosamente levantarte. Pusiste tu mano en el suelo y te empujaste hacia delante. Tu pie izquierdo se apoyo y empujo el resto de tu cuerpo. Te levantaste y comenzaste la huida de nuevo. A tu izquierda había una escalera de emergencias. Corriste hacia ella. Bajabas los escalones de 2 en 2. Perdiste el equilibrio y casi caes, pero seguiste descendiendo graciosa y totalmente fuera de balance...
¡De pronto! ¡Se comenzaron a oír disparos!. ¡Te invadió el pánico y entraste por una ventana al edificio! No había nadie. Dentro, junto a ti, había una mesita de noche, enfrente tuyo, había una cama sin tender, del otro lado de esta, había un armario que parecía estar cerrado con llave. Al lado izquierdo del armario estaba la puerta para salir de la habitación. Corriste hacia ella y saliste. Ahora había un corredor que se extendía unos 5 metros hacia enfrente y 10 a tu derecha. Corriste hacia delante y llegaste a la sala de estar. Ahí a tu derecha había 2 sillones grandes y blancos, con manchitas rojas simulando flores, y un sillón individual con el mismo diseño. En medio de estos, había una mesita de madera con el centro de cristal. En la mesita había varios platitos con popurrí. Mas adelante había unas sillas junto a una ventana, y pegado a la pared estaba un enorme librero. Los dueños del lugar tenían varias colecciones de enciclopedias, pero al parecer faltaban algunos números de ciertas series pues había espacios vacíos que se notaban bastante. En la pared que se encontraba perpendicular al librero estaba una puerta, y mas próximo a ti, unos cuadros que parecían haber sido hechos por alguien que apenas aprendía a pintar. Abriste la puerta y encontraste la escalera para salir del edificio. La bajaste lo mas rápido que pudiste. Chocaste con la puerta y esta se abrió. Saliste.
La calle estaba llena de personas. Después de meditarlo unos segundos corriste de nuevo. Frente tuyo una señora de unos 50 años con una blusa negra y una falda roja, te moviste a la izquierda y la rebasaste, pasando cerca de un muchacho de unos 23 años de edad, con el pelo decolorado, lentes oscuros de tono rojizo y audífonos, su playera era rojiza decolorada, traía pantalón corto y sandalias. Era bastante alto. Giraste para no golpearlo, y topaste con una muchachita de unos 18 años, ella portaba una blusa café muy bonita y un saco verde, su cabello era negro y largo, sus pantalones de mezclilla estaban deshilachados de la base. Cruzaste y sin detenerte, diste una vuelta y te disculpaste. Te moviste hacia la izquierda para evitar a un hombre realmente obeso con una playera de alguna marca de shampoo y pantalones holgados, a tu derecha había una ancianita de cabello casi blanco y con un vestido que se veia muy viejo, diste un paso hacia delante y luego uno a la izquierda, pues venía una joven mujer hablando por teléfono, vestida muy elegantemente y con su rubio cabello recogido en una dona., caminando a toda prisa. Diste otro paso a la izquierda y corriste unos 2 metros empujando a una señora con cara amargada y “pants” grises, y a un joven con una playera negra y cinturón de estoperoles. Cruzaste en diagonal entre dos hombres de negocios que caminaban en tu dirección y lo que parecía una excursión escolar. No sabias ya si te seguían aún. Llegaste a la esquina y diste vuelta, después de unos metros encontraste un hotel. La fachada era muy grande, en la puerta se encontraba un auto azul muy brillante, parecía costoso. Un valet se dirigía a estacionar el vehículo. Detrás de él, se cerraba la puerta automática de cristal, a los lados de esta, en forma de herradura, unas jardineras llenas de plantas verdes y frondosas. Corriste a la entrada. La recepción era espaciosa y estaba muy iluminada, con una de las recepcionistas discutía una joven menudita, de cabello largo y negro. Tenia una bufanda y un suéter azules, que ambos parecían muy suaves y pantalones negros. En la pared, una barra dorada y arriba de esta, relojes con distintas horas mundiales. Dos pilares delimitaban este espacio. A la izquierda, se encontraban unos asientos para esperar, y mas allá, el restaurante. A la derecha, mas asientos, y 2 puertas cromadas de elevadores. Tomaste el de la derecha. Presionaste el piso 9. En el piso 5 se subió un hombre de intendencia. No era muy alto, tenia los hombros muy anchos, en uno de sus brazos tenia una pulsera realmente grande y con un diseño a cuadros, traía pantalones de mezclilla y de uno de sus bolsillos salía un listón. Su cabello era castaño muy claro y realmente largo. El ascensor tenia un tapete con un diseño azul de flor de liz. Atrás tuyo había un barandal y un espejo. Llegó el piso 9. Había unos asientos acolchonados frente a la salida. Estos estaban decorados con rayas negras y grises. Diste vuelta a la derecha, y entraste en la tercera habitación que viste. Ya había sido arreglada. Entrando a la izquierda estaba el lavabo, y frente a él, el escusado y regadera. Frente a ti, un mueble con la televisión, y frente a ella una cama matrimonial. Arriba de la cabecera, una lucecita de noche. A unos 3 metros pasando la cama, había una cortina azul y frente a ella un escritorio. Apenas te sentaste en la cama, sonó el teléfono que se encontraba en el escritorio. Contestaste. ¿Qué te dijeron?...
Saliste despavorido. Tomaste las escaleras hasta la azotea. Alguien te seguía. Saliste al tejado. Miraste a tu alrededor. El día estaba despejado. Corriste hacia la derecha, pero te arrepentiste después de unos pasos... miraste a tu izquierda... y decidiste tomar la oportunidad...
Aceleraste más y más, y cuando llegaste a la orilla del edificio, tus pies se despegaron del suelo y tu espalda se arqueo mientras frenéticamente ondeabas los brazos. Tus pies corrían como si intentaran encontrar suelo. No respirabas. Mantenías la mirada fija en el tejado próximo que todavía se encontraba a unos 4 metros de distancia. A 3 metros. A 2 metros. A 1 metro...

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